miércoles, 26 de junio de 2013

Una vitrina de colección (I)

Hablé hasta ahora de dos estanterías que utilicé para guardar parte de mi colección, mientras no sabía qué hacer con la totalidad de la misma. Con más de 100 figuras, no había espacio suficiente en las estanterías de bibliotecas y otros lugares de mi habitación. Además, ahí seguían juntando polvo y cayéndose de vez en cuando, con el consiguiente temor de resultar dañadas.

El tema me seguía preocupando y no le encontraba respuesta. Había pensado en cerrar con vidrio o acrílico una sección de una biblioteca que estaba sin uso, pero eso hubiera sido caro. Además era una parte muy poco iluminada de la casa, lo que le hubiera quitado a la colección mucho impacto visual. Necesitaba centralizar todo en un solo lugar, uno que llamara la atención y la preservara del polvo.

La vitrina, así como la vi por primera vez,
antes de llevarla a mi casa.
De pronto me encontré con la solución perfecta. Una parte de la familia se mudaba, por razones que no vienen al caso, y no se llevarían algunos muebles de su antigua casa. Mi madre recordó que uno de esos muebles era, justamente, una vitrina, como las que se usaban hace medio siglo (y más) para guardar copas y cristalería en general.

Aquí se mezclaron otros intereses. Soy aficionado a las cosas antiguas (sean vehículos, edificios, muebles o aparatos) y me da mucha pena verlas tiradas, rotas o arruinadas. Adoro encontrar historias sobre esos objetos: este, para colmo, era parte de mi familia. De pronto todo estuvo claro. Tenía que salvar ese mueble de la destrucción. Nuestros familiares estuvieron de acuerdo en cedermelo, sabiendo que iba a darle mucho cuidado y buen uso.

Ahora bien, del dicho al hecho hay mucho trecho. El mueble en sí tenía más de medio siglo, por lo que me comentaron mis parientes; de hecho calculamos unos 60 años o tal vez un poco más. Por si fuera poco, al desgaste por el uso normal se le agregaba, según pude ver al recogerlo, que la humedad había hecho su trabajo sobre ciertas partes de la madera, manchándola y curvándola ligeramente.

Con todo, se trataba de un muble sólido, y al sacarlo a la calle y ponerlo al sol, se fue formando la idea de restaurarlo. De alguna manera.

Hasta ese momento, la idea más remota para guardar la colección había sido comprar o hacer armar un mueble. Pero no tenía trabajo y el costo hubiera sido muy elevado. Ahora, con el mueble indicado en mi poder, se me ocurrió que restaurarlo tal vez fuera más económico (por cierto, soy gran fanático del programa Los Restauradores, ya adivinarán por qué).

Vista de la parte inferior. Se nota el enchapado roto en las
manchas de color diferentes, principalmente en la parte
central, donde hay una pequeña repisa que rodea la parte
superior del mueble. También puede verse la parte inferior
de las patas, completamente negras por la grasa.
Una vez llevado a mi casa y puesto en el patio (algo que tuvo su esfuerzo, por su tamaño y su bajo centro de gravedad), el posible costo de la restauración comenzó a elevarse. El espejo de atrás estaba bastante manchado, y la única solución era hacerlo replatear, operación según me dijeron bastante cara. Las manijas de las puertas, parcialmente metálicas, estaban rotas: cada una tenía una pieza plástica (¿baquelita?) y las tres estaban partidas. Obviamente las partes metálicas estaban manchadas, y las cerraduras, aunque funcionaban bien, estaban golpeadas de tanto errar el agujero (por suerte tenía la llave en buen estado, aunque casi negra).

El mueble, aunque estaba hecho de madera sólida, tenía en su mayor parte un enchapado de diferentes maderas. No había panel que no hubiera perdido al menos un pedazo, aunque los peores estaban en la puerta superior izquierda. El enchapado de la parte media era un desastre, y uno de los chaflanes directamente no tenía enchapado, dejando ver la textura de rayas que le habían hecho a la madera para mejorar el agarre del pegamento.

El chaflán sin enchapado, ya lustrado.
Las manchas blancas de arriba es el
residuo de la limpieza de los cristales.
La parte inferior era una baulera donde esperaba poner muchas cajas que tenía sueltas en la habitación (entre ellas las cajas que tienen los envases de las figuras que compré en cajas). Algunas cosas no tenían solución: por ejemplo, la humedad había afectado a su interior, que nunca había sido barnizado, manchándola y deformándola. Por eso las puertas no cerraban muy bien y había que forzarlas. El enchapado de las mismas, aunque en relativo buen estado y no se había levantado, estaba cuarteado y daba pena. Pero lo peor eran las patas. Las dos delanteras, más anchas, habían perdido casi todo su enchapado, estaban manchadas de humedad u otras cosas, y parte de ellas estaban totalmente negras debido a la grasa adherida.

Sin embargo, había ahí mucho material bueno. En primer lugar, como todo mueble antiguo, la madera utilizada era sólida: nada de aglomerado o materiales que se dañaran de manera irrecuperable. Todo podía ser lijado y recuperado con más o menos trabajo. Los cristales de las puertas y estanterías estaban en perfecto estado. Y digo cristales porque según me dijeron, no es vidrio: hay una diferencia de calidad, porque estos muebles se hacían con material de mayor calidad, cuyo costo ahora es prohibitivo. La prueba está en las estanterías, de casi medio centímetro de grosor, que pesan, creo yo, cerca de un kilo cada una.

Al poco tiempo comencé a limpiarlo, mientras evaluaba cabalmente qué era lo que tenía que hacer. La grasa podía sacarse: de pronto el techo dejó de ser negro y descubrí que no tenía enchapado (era una placa de finas láminas de madera unidas por pegamento, afortunadamente en buen estado). El mueble podía lustrarse con cera, y se podían corregir otras cuestiones menores. Pero la falta del enchapado arruinaba su aspecto.

La vitrina, con el trabajo de des-enchapado
en sus primeras etapas. Pueden verse, arriba,
las planchas de enchapado nuevo, listas para
ser utilizadas.
Fue así que consultamos a unos muebleros vecinos (a quienes les estamos totalmente agradecidos). Nos comentaron que este tipo de trabajo era muy costoso en tiempo y esfuerzo, por lo que resultaría caro de encargarse. El enchapado viejo tenía que ser removido: desde ahí había dos elecciones. O colocar un enchapado nuevo, o lijar y lustrar la superficie de madera para quitar las marcas y dejarlas pulidas.

Después de pensarlo un poco, decidí elegir el re-enchapado. Por lo que me habían dicho, no requería de herramientas particulares ni de gran experiencia o conocimiento, por lo que mis vecinos, más que generosos, me dieron sin costo el material para hacerlo, así como un un curso rápido acerca del tema.

Sin embargo, quitar el enchapado antiguo iba a revelarse muy agotador, además de problemático. Había sitios en donde uno podía hacer ese trabajo con el dedo (como puede verse, por ejemplo, en la parte superior, que forma el techo de la vitrina). Sin embargo, en ciertos lugares había que tener cuidado para no llevarse puesta parte de la madera sólida, que se aferraba firmemente al pegamento utilizado. Ese fue el primer error que cometí, en ciertos lugares.

Tengo que reconocer que luego de un tiempo, la cosa se complicó bastante. Afortunadamente era verano, y podía disponer de gran parte de mi patio para esas tareas, durante horario matutino, cuando el sol hacía tolerable el esfuerzo físico. Lamentablemente, cuando terminé las partes más fáciles, las que eran más complicadas comenzaron a desanimarme, y de pronto sólo hacía ese trabajo durante unos minutos al día.

Pero no quiero alargar más esta entrada. El proceso de restauración fue arduo, y seguiré contandolo de a poco en los días que siguen. Espero que les interese.

viernes, 7 de junio de 2013

La historia de la segunda estantería

Como comenté anteriormente, armé con bastante trabajo una estantería con vitrina improvisada al costado de una ventana, para aprovechar una estantería que tenía muy maltratada.

Pero mi idea no era poner eso solamente, sino pasar de otra pieza una estantería más grande. Esto se demoró bastante, porque había que perforar con taladro la pared y para eso necesitábamos que viniera un carpintero, que tenía que ayudarnos con otras cuestiones de la casa.

Un día cualquiera vino y en diez minutos la estantería estaba vaciada y en su nuevo lugar. Como se puede ver, no era la solución definitiva (tampoco lo había planeado así). Los dos estantes inferiores eran para poner cajas de CDs y DVDs, y sólo quedaba la superior. Pero en esta cabían muchas figuras, casi unas 30, por lo que decidí poner todas las que correspondían a los miembros fundadores de la Justice League. Salvo Batman, que como pueden ver, tenía su estantería aparte.

Así quedó. Eran 28 figuras del resto de los 6 miembros. Esta mudanza descongestionó la acumulación excesiva de figuras en lugares inadecuados, me dio una excusa para limpiarlos terminar algunas bases adicionales. Además, como descubrí con alegría, en esa zona no entraba mucho polvo, así que la ausencia de un vidrio no molestaba demasiado.

Sin embargo, lo que pensé como algo fijo terminó siendo algo temporal, y cuando apareció la oportunidad de conseguir una verdadera vitrina, enorme y con mucho más estilo, no lo dudé ni por un segundo. La conseguí y me puse a restaurarla, porque tenía muchos años. Pero esa es otra historia, que contaré a la brevedad.

Lo cierto es que hace unas semanas, mientras reacomodaba todo para incluir este mueble en mi habitación, decidí poner todas las figuras allí, por lo que fui quitando las que estaban en esta estantería. Obviamente también quité las que estaban en la estantería improvisada de la derecha, porque una no tiene sentido sin la otra. Esa primera vitrina vertical se usa ahora para poner figuras de Star Wars, que estaban diseminadas por varias bibliotecas y terminan juntando polvo y dificultando la limpieza de la casa.



 Arriba, cómo estaba todo. Abajo, cómo quedó después del comienzo de la mudanza. Los Batman fueron para el mueble, que será reseñado en próximas entradas. El espacio en donde estaban las figuras estaba planeado para poner cajas de películas, por lo que cabe perfectamente mi colección de DVDs de la Justice League, Batman: The Animated Series, las películas animadas de DC, etc. (todavía no estaban cuando saqué la foto).


Puede parecer algo tonto, o menor, que cuente esta historia de transición, pero es justamente eso, una historia de transición, que me ayuda a contar la que sigue, que es mucho más interesante. Nos vemos en unos días con más cosas para contar.