El tema me seguía preocupando y no le encontraba respuesta. Había pensado en cerrar con vidrio o acrílico una sección de una biblioteca que estaba sin uso, pero eso hubiera sido caro. Además era una parte muy poco iluminada de la casa, lo que le hubiera quitado a la colección mucho impacto visual. Necesitaba centralizar todo en un solo lugar, uno que llamara la atención y la preservara del polvo.
La vitrina, así como la vi por primera vez, antes de llevarla a mi casa. |
Aquí se mezclaron otros intereses. Soy aficionado a las cosas antiguas (sean vehículos, edificios, muebles o aparatos) y me da mucha pena verlas tiradas, rotas o arruinadas. Adoro encontrar historias sobre esos objetos: este, para colmo, era parte de mi familia. De pronto todo estuvo claro. Tenía que salvar ese mueble de la destrucción. Nuestros familiares estuvieron de acuerdo en cedermelo, sabiendo que iba a darle mucho cuidado y buen uso.
Ahora bien, del dicho al hecho hay mucho trecho. El mueble en sí tenía más de medio siglo, por lo que me comentaron mis parientes; de hecho calculamos unos 60 años o tal vez un poco más. Por si fuera poco, al desgaste por el uso normal se le agregaba, según pude ver al recogerlo, que la humedad había hecho su trabajo sobre ciertas partes de la madera, manchándola y curvándola ligeramente.
Con todo, se trataba de un muble sólido, y al sacarlo a la calle y ponerlo al sol, se fue formando la idea de restaurarlo. De alguna manera.
Hasta ese momento, la idea más remota para guardar la colección había sido comprar o hacer armar un mueble. Pero no tenía trabajo y el costo hubiera sido muy elevado. Ahora, con el mueble indicado en mi poder, se me ocurrió que restaurarlo tal vez fuera más económico (por cierto, soy gran fanático del programa Los Restauradores, ya adivinarán por qué).
El mueble, aunque estaba hecho de madera sólida, tenía en su mayor parte un enchapado de diferentes maderas. No había panel que no hubiera perdido al menos un pedazo, aunque los peores estaban en la puerta superior izquierda. El enchapado de la parte media era un desastre, y uno de los chaflanes directamente no tenía enchapado, dejando ver la textura de rayas que le habían hecho a la madera para mejorar el agarre del pegamento.
El chaflán sin enchapado, ya lustrado. Las manchas blancas de arriba es el residuo de la limpieza de los cristales. |
Sin embargo, había ahí mucho material bueno. En primer lugar, como todo mueble antiguo, la madera utilizada era sólida: nada de aglomerado o materiales que se dañaran de manera irrecuperable. Todo podía ser lijado y recuperado con más o menos trabajo. Los cristales de las puertas y estanterías estaban en perfecto estado. Y digo cristales porque según me dijeron, no es vidrio: hay una diferencia de calidad, porque estos muebles se hacían con material de mayor calidad, cuyo costo ahora es prohibitivo. La prueba está en las estanterías, de casi medio centímetro de grosor, que pesan, creo yo, cerca de un kilo cada una.
Al poco tiempo comencé a limpiarlo, mientras evaluaba cabalmente qué era lo que tenía que hacer. La grasa podía sacarse: de pronto el techo dejó de ser negro y descubrí que no tenía enchapado (era una placa de finas láminas de madera unidas por pegamento, afortunadamente en buen estado). El mueble podía lustrarse con cera, y se podían corregir otras cuestiones menores. Pero la falta del enchapado arruinaba su aspecto.
La vitrina, con el trabajo de des-enchapado en sus primeras etapas. Pueden verse, arriba, las planchas de enchapado nuevo, listas para ser utilizadas. |
Después de pensarlo un poco, decidí elegir el re-enchapado. Por lo que me habían dicho, no requería de herramientas particulares ni de gran experiencia o conocimiento, por lo que mis vecinos, más que generosos, me dieron sin costo el material para hacerlo, así como un un curso rápido acerca del tema.
Sin embargo, quitar el enchapado antiguo iba a revelarse muy agotador, además de problemático. Había sitios en donde uno podía hacer ese trabajo con el dedo (como puede verse, por ejemplo, en la parte superior, que forma el techo de la vitrina). Sin embargo, en ciertos lugares había que tener cuidado para no llevarse puesta parte de la madera sólida, que se aferraba firmemente al pegamento utilizado. Ese fue el primer error que cometí, en ciertos lugares.
Tengo que reconocer que luego de un tiempo, la cosa se complicó bastante. Afortunadamente era verano, y podía disponer de gran parte de mi patio para esas tareas, durante horario matutino, cuando el sol hacía tolerable el esfuerzo físico. Lamentablemente, cuando terminé las partes más fáciles, las que eran más complicadas comenzaron a desanimarme, y de pronto sólo hacía ese trabajo durante unos minutos al día.
Pero no quiero alargar más esta entrada. El proceso de restauración fue arduo, y seguiré contandolo de a poco en los días que siguen. Espero que les interese.
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